Julio| 1
Cosas de película
La primera vez que vi Tarzán en el cine, recuerdo que comencé a llorar y un mocoso al lado mío no dejaba de mirarme como preguntándose "qué le pasa a esta vieja" (Ojo, no soy tan vieja, pero para un niño de unos 8 años, una bebé de veinte debe ser vista como una anciana). Mi acompañante disfrutaba el momento con la carcajada contenida en vista del lugar y la dramática escena; no obstante, sus ojitos verdes los tenía más brillanticos de lo habitual. Vamos, que a quién no se le arruga el corazón cuando la mamá gorila lleva al pseudoprimate de Tarzán a descubrir sus orígenes.
Pasaron las horas y finalmente terminó el sadismo disneysiano; conmigo tragando grueso y con ganas de lanzarle una manotada de gorila al muchachito mirón. Contuve la violencia desnaturalizada y me levanté de la butaca sentenciando que iba a meter a Tarzán, así como lo hice con el Rey León, en el saco de películas en cuarentena por lacrimógenas. (Bueno, en mi caso, el saco es interminable porque yo lloro con casi todas las películas).
Obviamente he visto el Rey León de nuevo y ya pierdo la cuenta de todas las veces que he llorado con Pretty Woman o el Diario de Bridget Jones (no comments!), pero últimamente me había dejado de tanta acuosidad (ni con Mujer Bonita lloré hace unas semanas cuando la repitieron en el cable), así que me dije: ¡Oh! ¡Estoy madurando! ¿o será que me estaré insensibilizando? Pues nada de eso. Ayer estuve a nada de botar una lagrimita con el penúltimo capítulo de Friends (ya quiero verme en el final) y hoy, después de cinco años, he visto de nuevo Tarzán y se me ha abierto un grifo en cada ojo y no he parado de llorar desde el comienzo! :S
Y pensar que ya pasan siete desde que vi la Vita è Bella (récord de más cc de lágrimas derramadas tras arrebatárselo a Il Positno) y aún no me atrevo a verla una tercera vez. Me acuerdo que la vi en dos ocasiones cuando fue estrenada y la segunda fue todavía peor que la primera: me desgarraba llorando en las partes en que todo el mundo se reía porque ya sabía lo que pasaba al final. Creo que esperaré un poco más para verla de nuevo. Qué les puedo decir... cosas de película.
Deja tu huella en la superficie
La Estrella Solitaria
(Crónicas de la vida en Texas en tiempos de guerra)
Por Marco CAR
Hace casi un año estaba en Lisboa, mirando los techos de la ciudad desde el Elevador de Santa Justa, pensando en cómo iba a regresar a Europa. Tres semanas después, estaba en México haciendo la fila para conseguir una visa en el consulado de Estados Unidos en Monterrey. Siete meses después estaba arribando al aeropuerto de Dallas.
En ese tiempo no quería reconocerlo, pero yo quería regrear al viejo continente porque estaba enamorado y el hecho de alejarme de ella me causaba una angustía muy grande. Pero además ¿qué iba a hacer en México? Sin trabajo, sin expectativas.Y por eso, en lugar de quedarme en Madrid como un ilegal más de los que abundan ahí, decidí venirme a Estados Unidos, como un ilegal más de los que abundan aquí, para reunir el dinero y regresar a Europa, con ella, pero con mis papeles en orden, irme allá con expectativas y con la certeza de un futuro mejor.Por eso me vine aquí.
Hoy, es de noche y frente a mí está el rostro de Audrey Tatou , que me mira sonriente en la portada del disco de la banda sonora de la película francesa Amélie. Al lado, bajo una lámpara y sobre una silla hay un reproductor de discos compactos que está tocando el disco y yo estoy acostado sobre un catre “Hecho en México” que compré en la “Target Store”. Estoy feliz porque ya no debo dormir sobre unas sillas como venía haciéndolo desde hacía casí dos meses, y aprovecho el tiempo para escribirte. Al principio dormía sobre el piso, hasta que comencé a sentir un dolor muy fuerte en la espalda que coincidió con mi entrada al primer trabajo que tuve: cocinero en un restaurante.
Estoy en una iglesia, aquí Orlando, un amigo, me deja dormir. Su papá es el predicador. Es un lugar sucio. La alfombra está podrida y hay cajas por todos lados. También hay insectos. Duermo en el sótano. Afuera se escucha el estéreo a todo volúmen de uno “hermanos” que pasan en su automóvil.
Cuando compré el catre y la grabadora me puse muy contento.Y compré una tarjeta para llamar a México y uno para llamarle a ella a Europa y unos timbres…. y unas camisetas, y una bicicleta de segunda mano. Es increíble cómo cobran valor las cosas más simples cuando ya no las tienes.
Tengo un “ID” para dejar de ser anónimo. Aquí te necesitan y te persiguen al mismo tiempo. Mi amigo me ha ayudado mucho y por eso no he sufrido lo que otros.También conocí a Bleu, una muchacha norteamericana que trabaja en la biblioteca. Le llamaba la atención que fuera casi a diario al lugar. Comenzamos a platicar cosas sin importancia, sobre el clima y cosas así. Ahora trabajo con ella, como voluntario, traduciendo al español documentos de la biblioteca. Parece que le agrado. Uno se vuelve extraño cuando está en un lugar ajeno: yo solo pienso en que ella me puede ayudar. Da risa: aquí, uno ve en los demás dos cosas al mismo tiempo: riesgo o ayuda. Pero la verdad, no puedes ser sincero con nadie y tampoco nadie es sincero contigo, mucho menos cuando se trata de latinos o de inmigrantes de otros países. Cuando hablas con ellos y te cuentan el por qué están aquí, uno sonríe mentalmente porque la mayoría son historias increíbles y absurdas, las cuales, sin embargo, yo mismo también he tenido que inventar por obvias razones.
Mi primer trabajo fue de cocinero. Fue muy extenuante y me ayudó a conocer como es que funcionan muchas cosas aqui en Estados Unidos. También me ayudó a entender el rol del latinoamericano en Estados Unidos, el rol de los norteamericanos de la clase baja (que aunque parezca increíble para algunos, son muchos, incluso hay personas sufriendo de hambre), el rol de la adiccion a las drogas y la forma como “atrapa” un poco la sociedad norteamericana a las personas. Tambien el rol de la religion, que es tan importante (o más) que en México. Además, obtuve algunas quemaduras en los brazos y una un poco más fuerte, que fue la que al final dio un giro a mi suerte aquí.
El trabajo en un restaurante de Estados Unidos es muy pesado. Y me refiero a un restaurante en forma y no a un fast food como McDonalds. Debes aprender a hacer 20 cosas a la vez, a ejercitar la memoria y la vista al máximo y a correr durante la hora de la comida (que aquí es de 11:30 a las13:30) y a la hora de la cena (entre 5 y 7 de la tarde). Es lo mismo que ser un obrero, pero trabajando con comida.
Cuando salía del trabajo, a eso de las 11 de la noche, siempre ocurría que debía detenerme a esperar el paso del tren que me impedía cruzar la calle Boring hacía Mobberly Street, desde donde puedo llegar a la iglesia donde duermo en la Cotton Street. Una noche había luna llena y todo estaba solitario y mientras cruzaban los vagones frente a mí y yo esperaba sobre la bici escurriendo de sudor, comenzaron a pasar una serie de vagones en los que se leía, a la luz débil de la luna, “Ferrocarriles Nacionales de México” .
En la calle Elektra siempre hay borrachos y drogadictos. Ya se han acostumbrado a mí y algunos me saludan (“How you doing man?”). Hay de todo en esa calle: hermanos, bolillos e hispanos. De cualquier forma, Mr. Lobo (de verdad que así se llama) el dueño del edificio donde está la iglesia, me ha dicho que no me fíe.
En un principio, evitaba salir a la gasolinería por la noche para comprar refrescos o café. Sobre todo después de un incidente que tuve con unos “hermanos” que me salieron al paso exigiéndome cinco dólares. Pero ahora, aunque trato de evitarlo, he llegado a un punto que no me interesa. Aquí uno tiene que cambiar.
También ocurrió en el trabajo. Los otros mexicanos que había ahí me hicieron la vida imposible en un principio, pero al poco tiempo puse un”hasta aquí” categórico y todo cambió. No se meterion más conmigo pero tampoco quisieron hablarme más. Lo mismo con las meseras y meseros gringos. Como ellos no tienen sueldo y viven de las propinas, se la pasan presionándolo a uno. Y yo hacía eso, me presionaba, al grado que un día me quemé en el brazo con un horno. Solo ocurrió esa vez. La siguiente ocasión que un mesero intentó presionarme contesté a la presión de una forma que yo mismo me sorprendí y la presión se acabó, pero no las habladurías entre dientes de las meseras y meseros quejándose por cualquier tontería. Y lo más cómico: algunos meseros pedían a otros meseros o cocineros que me pidieran la comida que los clientes les habían ordenado. De todas las personas que conocí ahí, solamente tuve, al final, dos personas con las que, al menos, podía platicar. Un día, meseros y cocineros tocamos el tema de la guerra ahí en la cocina. Todos dijero algo, la mayoría comentarios sobre los lujosos palacios de Saddam que se habían descubierto. Cuando tocó mi turno, yo dije, apartando mi vista de unas pechugas que se asaban en la parrilla, que George Bush y la camarilla que lo manipulaba en su gabinete de gobierno eran un peligro para la humanidad. Lo dije en un inglés claro y en un español más claro todavía. Se hizo un silencio mientras todos me miraban. Jenny dijo algo entre dientes y se fue. Parecía que, por un momento, había olvidado en qué país me encontraba y el hecho contundente de que Bush es texano. Más tarde, en una pequeña pausa, expliqué a los otros compañeros por qué pensaba de esa forma del gobierno de Bush. Trate de explicarles todo con razones claras, que estaban a la vista, como el hecho de que hubiera ex funcionarios petroleros en el gobierno y de que no se hubieran encontrado armas de destrucción masiva en aquel país.
El papá de mi amigo, que es predicador, quiere convertirme al “cristianismo verdadero” para que pueda “salvarme”. Cada vez que debo escuchar su predica, cada vez que leo la biblia (él lo llama estudio) y cada vez que me pasa películas sobre Cristo, creo menos y me convenzo más de que Dios no existe, al menos no ese Dios que él me plantea. Desde luego, no puedo decírcelo. Soy un cínico al decir esto, pero he aprendido a simular y a ser un hipócrita. Y es que la religión es una forma de conseguir cosas aquí.Un sábado de hace unos meses, necesitaba ir al banco a cambiar un cheque porque ya no tenía dinero. Fui con mister Lobo a que me lo cambiara. Dijo que no tenía efectivo pero que él iba a ir al banco. Ofreció llevarme con él. Yo sabía lo que eso significaba: mister Lobo había fundado una iglesia luego de que Jesús, en un sueño, “habló”con él. En el trayecto y durante una hora en el estacionamiento del banco tuve que escuchar esta historia. Desde luego, me invitó a que aceptara a Jesucristo como mi salvador y a los servicios religiosos que él llevaba a cabo todos los domingos por la mañana. Yo solamente permanecí callado, pues lo único que quería era cambiar mi cheque.
El mundo religioso en el que me desenvuelvo aquí en Texas es bizarro e incongruente. Hay iglesias de todo tipo. Hay mucho “Jesus” (yisus como se pronuncia en inglés) en todos lados, pero también, y sobre todo hay mucha violencia y soledad. Hace dos semanas apareció la estadística del crimen y la violencia en Estados Unidos. Según datos de un instituto gubernamental publicados por el New York Times, Dallas es la ciudad más violenta de Estados Unidos, Houston es la tercera y San Antonio la cuarta. Para que te des una idea de la dimensión, Los Angeles, Chicago y Nueva York tienen menos crímenes que las urbes texanas. Orlando, el amigo que me ha ayudado aquí, ha sufrido en carne propia esta situación: un buen día, de hace unas semanas, a una amiga de él, una norteamericana muy bella y amable que se llamaba Lori, la mató el esposo a balazos. Este caso apareció en la primera plana del periódico local y fue muy comentado, por la saña con la cual el asesino terminó con la vida de la víctima: cinco tiros de una 9 milímetros en el rostro. Y no es un caso aislado, pues según asociaciones de defensa de la mujer contra la violencia, en lo que va del año, tan solo en el este de Texas se han presentado más de 200 asesinatos de mujeres a manos de sus maridos, amantes o novios. Ya ni hablar de violaciones (ha habido una “fiebre” de violaciones a niñas y niños), abusos, violencia, asesinatos “comúnes” y robos. Incluso se ha incrementado la prostitución infantil (niñas de 13 años) y Dallas es una de las ciudades que ha sufrido de este fenómeno, el cual no se presenta solamente entre las niñas y adolescentes pobres, sino ya también entre la clase media.
La contradicción es inherente a la mayoría de los seres humanos. Y las contradicciones que existen entre las personas religiosas son, quizas, las más notables, sobre todo si se trata del cristianismo. Aquí, lo que he aprendido de la conducta del cristiano es que éste se asume a sí mismo como “diferente” a los demás. Solamente el cristiano se va a salvar cuando llegue el “jucio final” (cada denominación piensa así de sí misma) todas las otras iglesias están equivocadas y no se diga las otras religiones.
Cuando estaba en curso la guerra, sorprendía el silencio de los cristianos texanos. Pero sorprendía más su apoyo a la guerra. Se podían leer en marquesinas de iglesias (bautistas, mormonas, cristianas, metodistas, etc., etc.) restaurantes y tiendas, y en cartelones pegados a ventanillas de los automóviles y casas, citas bíblicas que justificaban la intervención británico-norteamericana como algo divino contra aquellos que adoraban a Alá y desconocían a Cristo como su salvador. Esta contradicción se la hice notar a Orlando, mi amigo, el que me deja dormir en la iglesia. Orlando es tolerante y aunque es profundamente cristiano (al grado que ha rechazado trabajos, pese a estar necesitado de dinero, porque estos requerían trabajar en Domingo que es el día dedicado a adorar al señor) discute conmigo de estos temas sin problema. De hecho, él asume como cierta y peligrosa ésa contradicción.
Sin embargo, cuando comentaba sobre esta contradicción con mi amigo, un predicador escuchó lo que yo decía y a la hora del “servicio religioso” durante su sermón se refirió al asunto de la siguiente manera: “No existe contradicción aquí en lo relacionado con la guerra. En un pasaje de la Biblia, Dios ordenó a Saúl que aniquilara a cierto pueblo porque éste era una verguenza para la creación, por las prácticas sanguinarias a que recurrían. Por esta razón, debemos orar por los gobernantes pues en ellos recaen decisiones muy importantes. Bush no es el único culpable en todo esto que ha pasado en la guerra, también los de los otros países (musulmanes) son culpables. No hay contradicción en ser cristiano y aceptar la guerra. No la hay. Nadie puede saber las razones de Dios.”
Recuerdo que a una mesera del trabajo – que tambien quizo “salvarme”-le pregunté de manera directa por qué, si todo mundo era muy religioso en Estados Unidos, toleraban una invasión criminal a otro país y el asesinato de personas inocentes. Su respueta fue simple y contundente: “los árabes no creen en Jesus, adoran a Alá y vinieron a explotar edificios en Estados Unidos”.
Y todavía más. Un norteamericano medio, que crea en Cristo, considera que Estados Unidos es una superpotencia económica porque la gente ama a Jesús y cree en Dios. Es decir, son un pueblo elegido, al igual que Israel. Son dos pueblos elegidos por Dios, acaso junto a Inglaterra. De ahi en fuera, los demás países, son países que ellos deben “ayudar” porque están alejados de Jesus, de Dios.
Sin duda, para muchos la idea de Dios, la fe en Dios da consuelo y esperanza. Puede aligerar el peso diario de la vida de las personas. El problema radica en la adoración. Dios, como una autoridad, puede motivarnos a adquirir una ética de vida que fomente el respeto a los demás, la tolerancia. Sin embargo, en muchas ocasiones, adorar a Dios, o seguirlo de acuerdo al método de una religión en específico, puede provocar un efecto contrario. Si alguien es protestante, por definición todas las demás iglesias y denominaciones crisitianas están equivocadas. Y es peor si alguien es musulmán, judío o budista. Y a ello debe agregarse las motivaciones de cada religión. En la cristiana, la motivación es la vida eterna en un paraíso, utilizando el chantaje como método: “Cristo murió por ti” y la amenaza como arma: “un juicio final y el infierno donde pagarán los pecadores”. Y todo basado en la interpretación (arbitraria) que cada denominación cristiana (bautista, cristiana, metodista, mormona, etc., etc. ) le de a un libro que aseguran fue inspirado por el mismo Dios.
Y en el medio de todo esto, nuestro mundo real. Dios te bendiga hermano, mientras yo te destrozo. Yo envío ayuda a un país en desgracia después de haberlo destruído.Y una motivación real y egoísta: seguir los mandatos de Cristo para obtener la salvación y entrar al paraíso.
Un mañana de abril, circulando por McAnnan Road, agradecí a Orlando (que me llevaba a una entrevista de trabajo) toda su ayuda y el apoyo que me había brindado aquí en los Estados Unidos. De verdad ha sido un gran amigo. El, sin quitar los ojos del camino, contestó algo que me dejo frío: “La verdad, lo hago por egoísmo. Quiero ser salvo e ir al paraíso, debo ser un cristiano de verdad”. Llegamos al Freeway 281. Había tráfico y un calor insportable, aunque estaba nublado. Ahí, detenidos en medio de los otros automóviles, se hizo un silencio entre los dos. Muchas veces, la naturaleza de nuestros motivos dice tanto o más que nuestros actos. Son ideas. Tengo 34 y estoy mudo aquí, en Texas.
Tengo algo de convivencia con otras personas a través de las palabras escritas y aunque las palabras ya no valen mucho, son constancia deque hay algo vivo en quien las dice. Eso y quizas algo de imaginación. Además, cada vez tengo menos cosas que decir y por lo tanto menos posibilidades de comunicar con las personas. Soy un caso, pero todavía tengo la capacidad de conmoverme. A continuación narro episiodios que me han conmovido durante mi estancia en Longview, Texas. Desde luego, como a la mayoría de las personas, me han conmovido, si, pero desde lo lejos, desde lejecitos, comodamente, porque cada vez hay menos posibilidades de acercamiento con las personas.
La señora extraviada
El otro día vino una señora a la iglesia. Creía que yo era el pastor. Traía un niño entre brazos y estaba llorando. Le dije que yo no era el pastor, pero no escuchó, se veía de verdad muy triste. La dejé entrar, la invité a sentarse y me puse a escucharla. Afuera, se había desatado una tormenta.
Hacía cinco años – explicó entre sollozos la señora – se incendió su casa y en el incendio se murió su pequeña hija de dos años. Y aunque “Dios la bendijo después” con su hijo - el que traía entre brazos y que nos miraba a los dos sin comprender- ella aún sentía dolor por su hija, porque no la había salvado y aunque estaba consciente de que el accidente había sido un designio de Dios y que Dios tenía a su bebita en el cielo, ella aún sentía una pena muy grande que nunca, nunca se le iba a quitar.
El bebito miraba asombrado a su madre que deslizaba gruesas lágrimas por unos pómulos hinchados y rojos. Yo no sabía qué hacer o qué decir. Nada que pudiera mencionar yo iba a darle consuelo a esa pobre mujer. Pero sí me conmovió, la verdad. Y quise aliviar algo de su sufrimiento de alguna forma. Pero solamente la escuché llorar y le acaricié el cabello una sola vez. Al final, le dije que tenía un bebé precioso y que Dios la había compensado con ese bebito que traía en brazos y que cada vez que éste sonreía, era porque su niñita le sonreía allá en el cielo. Luego de un rato ella se calmó, continuamos hablando de otras cosas y cuando escampó un poco se despidió, salió, se subió a su automóvil y se alejó por la calle Cotton bajo algunas gotas dispersas de lluvia. Yo me quedé mirando cómo se alejaba, tratando de entender por qué Dios podría tener un designio como el que había tenido para la hija de aquella pobre mujer.
Jenny la mesera
Estaba tratando de limpiar una bandeja sucia con agua hirviente, cuando trabajaba en aquel restaurante. El vapor envolvía mi rostro. Al fondo, detrás de la ventana de la oficina del "manager" se alcanzaba a ver el rostro de Jenny, la mesera, suplicando. Necesitaba trabajar porque necesitaba drogas, las drogas de ese día, de cada día, las que la hacían bailar y sonreir cuando llevaba comida a los clientes.
A través del cristal, empañado de grasa, de sudor, de vacío, sus ojos azules comenzaron a inundarse y mientras balbuceaba algo, rogaba al "manager" que le diera otra oportunidad, que no la suspendiera y ella prometería que no volvería a llegar tan drogada la próxima vez. Por un momento muy breve, un segundo quizás, ella me miró a través del cristal de la ventana. Hablaba una niña por ella, porque en realidad, Jenny hacía mucho que se había ido. Mis manos estaban ardiendo, mientras mis ojos observaban aquella escena, mientras yo imaginaba que acariciaba su mejilla y la tranquilizaba. Soñaba con ser el "manager" para "perdonarla" y dejar que trabajara por sus drogas otra vez. Mis manos estaban ardiendo bajo el agua, y el vapor estaba raspando mi cara, pero el aire en mis pulmones estaba frío. El manager no la perdonó.
La niña con polio de la calle Mobberly
La niña con polio de la calle Mobberly ha regresado a prostituirse otra vez. Ahora tiene un ojo morado. Pero sonríe mientras juega con su cabello rubio. Hacía días que no la veía. Solía estar sentada en una banca detrás de la gasolinería donde compro café (un café horrible) y refrescos. A veces, cuando no estaba drogada me sonreía y me saludaba agitando la mano efusivamente. Una vez hasta dijo, en español, "hola, amigo". Un día le di un "quarter" para que completara para su cerveza y otro día que estaba sentada en la banca, adormilada y boquiabierta, mirando al piso, me acerqué para recargarla en el respaldo y levantar su gorra que se le había caído. Ella, en medio de la penumbra mental provocada por la droga, el alcohol o lo que fuera, me alcanzó a mirar con sus dos ojos azules. Parecía que no era ella la que me miraba, sino una niñita, la niña que fue. Y parecía que me decía "thank you" o eso quise creer. Luego levanté su bastón y lo puse entre sus manos que eran incapaces de sostenerlo. "Leave her alone!" escuché detrás de mí. Eran tres tipos, dos afroamericanos y un gringo. El que había hablado era uno de los "hermanos" y era enorme. Me miraba fijamente. Los otros dos estaban drogados o algo así y tenían la mirada pérdida. Yo los había visto antes con la muchachita. Me levanté, pero antes la miré a ella que parecía hacer esfuerzos por tener sus ojos abiertos. "I was trying to help her", dije pasando a un lado de ellos. No hubo respuesta. Entré en la tienda de la gasolinería, seguido de la mirada de aquel tipo. Cuando salí, la muchacha iba trepada en un Altima 2002 negro (que conducía alguien que no se distinguía en la oscuridad) con la cara pegada a la ventanilla. Me miraba desde atrás del vidrio, empañado por su aliento. En la banca los tres tipos aquellos bebían cerveza y hablaban. Al fondo, se alcanzaba a ver la iglesia donde me quedo a dormir. Aunque son las diez de la noche, hace un calor insoportable. Es otra noche de verano, una noche cualquiera, en Texas.
(…)
De nada sirve conmoverse, eso es un hecho. Pero tampoco puedo hacer nada por los demás, porque tampoco he hecho nada por mí. ¿Cómo puede ser de ayuda para un naufrago alguien que se está ahogando?
Por eso, enciendes la videocasetera, te dices que eres muy feliz, ves el juego de fútbol, rezas a quien le rezas,bebes, festejas. Tratas de no pensar y olvidar que estás lejos de lo que quieres, que no tienes amor, o que lo tienes pero está lejos, pero sobre todo, tratas de olvidar que tuviste amor, de cualquier tipo, y que lo perdiste en algún momento de tu vida. Y por eso tratas de callar al niño que hay en ti, porque los niños son los únicos que se niegan a vivir sin amor.Y todo eso casi siempre funciona. Y el mundo sigue girando y uno, extraviado en palabras que no se van a pronunciar…
Quería dejar un mensaje sobre pelis, pero la la vida real de nuevo sobrepasa la ficción....
Yo la desaparecida...
Muchas películas me han conmovido... pero la realidad siempre es más fuerte... ayer vi "La Vendedora de Rosas", cosas que siempre veo en la calle de mi cálido puerto... pero la cotidianidad te obliga a pasar por alto o ¿es la costumbre?
Ma Candela, tal vez sea la cotidianidad que nos hace acostumbranos a todo, incluso a las aspectos más terribles de la humanidad....
Realmente Mililla, andas desaparecida... te cuento que lo de la enriqueta va bien (eso sí, estoy contemplando un trabajillo extra en la Libertador por las noches)
Ya luego te daré detalles