Marzo|12
Esclava y esclavista
Y estoy aquí de guardia; la primera desde el incidente en el dedo. Y pienso: será que no me gusta mi trabajo o es solo un hartazgo circunstancial producto de ver cómo un fin de semana de mi vida se me disuelve entre los dedos como un puño de arena, mientras permanezco confinada en una casa solitaria escuchando a un grupo de pobres diablos, mal llamados oposición política, pues ni eso lo saben hacer bien.
Pero para qué me engaño. Si es algo circunstancial, no se limita solo a un fin de semana. Supongo (o eso intento creer) que escogí la mejor profesión del mundo, pero me tocó ejercerla en el peor momento. Y entonces abro los ojos y me doy cuenta de que soy una esclava. Pero no una esclava del trabajo, eso sería una simpleza.
Soy una esclava de mí misma. Me obligo a permanecer atada a donde no quiero porque se supone que "así tiene que ser". Y me pregunto yo ahora: ¿quién fue el genio que dijo que "así" tenía que ser?.
Pero otra interrogante me retumba más entre las paredes de mis pensamientos: ¿quién me obliga a hacerle caso a ese "genio"? La respuesta es obvia: nadie. Sólo yo. La esclava, esclavista y, tarde o temprano, emancipadora. Si no me libero yo, nadie lo hará.
