Mayo| 5
Un vodka con 7Up light
Un punto. Eso es lo representa un vodka tonic o, en este caso, uno con aspartame según la panacea para lo kilos de más de Carlos Lanz. Ya llevó tres (¿puntos? ¿Vodkas? Da igual). Ya no tengo cigarros y tampoco te tengo a ti. Tres puntos más y me dará lo mismo, por momentos, ese “pequeño” problema (No tenerte, los cigarros sí que apremian cuando el estado etílico aumenta)
Y pienso que debo volver a ser yo, la que era cuando irrumpiste en mi vida como uno más en medio de mi rabia y decepción. Y ya van no sé… ¿tres meses? intentándolo y sigo igual. No, igual no, peor. Maldita sea esa conversación, esa madrugada. No quiero creerte, pero lo hago. Y aunque la certidumbre habla, tus ojos grabados en mi memoria, nublan todo y me mareo. No es el vodka, es el eterno dilema entre hacer lo correcto y lo incorrecto que aturde mi mente. Es ese dilema de dejarse llevar por los sentimientos o autocensurarse los instintos cuando la racionalidad le da por disparar a quema ropa.
Y un estúpido ícono verde me dice que ahí estás, pero no. ¿Lo estuviste alguna vez? No sé, quizá sí. No sé… en algún lugar tengo mal parada una caja de Belmont que satisfaga la ausencia de nicotina y quizá, la de tu cuerpo junto a mí.